21 de marzo de 2010

El Ser Viviente como un Todo (por Enrique Bouron)

El hombre ha estudiado la evolución humana de manera exhaustiva en lo que a especie se refiere.
Somos una especie animal, territorial como muchos otros miembros de la naturaleza, aunque poseemos características bien diferentes de los demás.
Al comprobar las diferentes transformaciones que se operan en el feto humano en formación, con branquias, varios pares de tetillas por momentos, una cola, podemos aseverar que Darwin tenía razón en su teoría.
De esa teoría de la evolución, como cualquier otra que pretenda definir la aparición y las mutaciones de las especies, surge una ley biológica obvia, aunque hubo que esperar la propuesta de la Biología Total para comprenderla: TODO en el funcionamiento de las especies, y en especial el centro de comandos de cada individuo de cada especie, responde a la necesidad de supervivencia.
Nosotros podemos elucubrar sobre la importancia de nuestra mente en el dominio de las adversidades biológicas, de su influencia en la mejora de nuestra esperanza de vida, pero nuestro cerebro biológico se ocupa de nuestra supervivencia mucho mejor que nuestra mente pensante.
La simple evolución biológica solo se refiere al Ser-Cuerpo.
El habernos guiado solamente por ella, nos ha llevado a creer que solo somos eso y que todo lo que sucede en nuestro cuerpo – llámese enfermedad – es un funcionamiento anárquico contra el cual hay que combatir los síntomas. Para la medicina occidental solo somos eso: un cuerpo que sufre transformaciones.A través de la Biología Total, logramos comprender la importancia de la evolución en su totalidad biológica: cuerpo, mente y cerebro automático.
La interrelación de estos tres componentes nos demuestra que ningún funcionamiento en los seres vivientes es anárquico y mucho menos las enfermedades.
Todo responde, repetimos, a una lógica biológica de supervivencia.Podemos decir que la evolución total de los seres vivientes comprende también su evolución espiritual, pero por respeto a todas las creencias, no analizaremos esto más allá de recordar que todo lo que es arriba es abajo.
Por supuesto, la ciencia avanza a una velocidad razonable (a la velocidad de la razón, justamente) y es por eso que un cambio tan brusco en la comprensión del funcionamiento biológico de las especies deberá aguardar a que la razón, muchas veces oscurecida por cuestiones que nada tienen que ver con lo investigativo, termine por rendirse ante la evidencia infalible de leyes que no responden a teorías humanas sino a principios estrictamente biológicos.
Cuando Ptolomeo afirmó que el universo giraba alrededor de nuestro planeta lo hizo siguiendo el modelo científico de comprobación.
Científicamente tenía razón.
Pero eso no hizo que el planeta detuviera su circunvolución alrededor del Sol.
No solo su comprobación no era correcta sino que era exactamente lo opuesto a la realidad.
Eso mismo es lo que ocurre en este principio del tercer milenio: realidades diametralmente opuestas a la verdad científica.
Veremos esta vez si la ciencia vuelve a hacer el mismo ridículo que en la época de Galileo.
Según los principios de la Mecánica Emocional Evolutiva® que representa a la historia de la humanidad como una simple sofisticación de las mismas experiencias generadoras de las mismas emociones colectivas e individuales, es inevitable que así sea.